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La historia de Valentina continúa

Emmm, después de un buen rato de no escribir en este su humilde blog, les presento la continuación de la narración de la historia de Valentina por su mamá, Lupita. Esta es la tercera parte:

3era. Parte. AL FIN LLEGASTE.
Una semana antes de que nacieras, todavía fuimos a festejar el cumpleaños de tu prima Dulce María, luego el de tu abuelito Alfonso, que fue el 16 de enero, y justamente a los cuatro días naciste tú. Pero un día antes, el sábado en la tarde, fui a consulta con el Dr. Chávez para que me programara la cesárea el siguiente fin de semana, pero ¡oh sorpresa! Que me dice el doc, -que te parece si mañana te opero, o esperas a la próxima semana aunque dudo que tu parto sea hasta esos días, yo creo que será entre semana-. Entonces le dije que de una vez – mañana mismo está bien- y me mostré muy valiente, pero yo quería que el doctor Chávez te recibiera en este mundo, porque él me atendió todo el tiempo, digamos que él ya te conocía, así que me citó en la clínica San Sebastián el día siguiente, domingo 20 de enero a las once de la mañana, me pidió que esa noche me inyectará un medicamento que serviría a tus pulmoncitos al momento de nacer y salimos del consultorio entre emocionados y temerosos de lo que venía muy pronto, un gran cambio hijita.

Pasamos a la farmacia a comprar la inyección, tu papá bajo por ella y yo empecé a hacer llamadas, primero a tu tío Beto para que me pusiera la inyección, luego a los demás para que supieran que pronto estarías con nosotros, tu papi y yo ya habíamos hecho planes para el domingo en la mañana, íbamos a desayunar con tu abuelito Alfonso, tu tío Javi de Villahermosa y tu tío Abuelo Mario; claro que se canceló por el gran acontecimiento de que tú hijita linda nacerías.

Al llegar a la casa empecé a tener muchísimo miedo, le pedí mucho Dios que todo saliera muy bien, pero sobre todo que tú gozarás de buena salud, platicamos con tu papá de que a partir de ese día todo cambiaría, que por fin te íbamos a conocer y que te íbamos a querer y amar mucho. En la noche no pude dormir bien, sentía que me orinaba pero era el líquido que ya se estaba saliendo, es a lo que muchos llaman “romper la fuente” y eso era señal de que estabas a punto de nacer; te movías mucho, me dolían las manos, la espalda, la cintura, etc. ¡Por fin! Hasta que amaneció, era una mañana muy bonita, hacía mucho frío, para mi era muy fresca y lo primero que le pedí a tu papi era pasar a la iglesia, y claro que me llevó, en la iglesia nos abrazamos muy fuerte y pedimos a Dios por nuestra salud (de los tres).

Cuando llegamos a la clínica, esperamos a que se desocupara una recamara, en unos minutos me llevaron a que me canalizaran (ponerme suero, vendarme los pies, limpiarme, etc.), y llevarme al quirófano; todo eso me puso nerviosa, además ese día hizo mucho frío, en el quirófano temblaba por la anestesia y por el frío, pero todo pasó muy pronto.

En la operación me la pasé platicando con los doctores, tu pediatra, el doctor Paquito, estuvo allí para recibirte también, resulta ser hijita que el anestesiólogo y el doctor Chávez jugaron Futbol americano como tu papá, entonces durante la cesárea se suscitó una plática del último partido y bueno ya te has de imaginar, cuando de repente me dice el anestesiólogo acariciándome la cabeza, -ya está por nacer tu bebé-, y en unos instantes escucho que lloraste muy fuerte y el doctor Chávez me dice- mira a tu bebé Lupita ¡Mamá! –dijo él con voz de bebé- Y vi tu linda carita; fueron unos instantes pero me pareció mucho tiempo el verte, desde ese momento se me quedó grabada tu imagen, tu papá se la pasó grabando, naciste a las 12:05 del domingo 20 de enero del 2008.

El Dr. Paquito, tu pediatra, te llevó a limpiarte, pesarte, medirte y revisar que todo estuviera bien contigo, luego te llevó conmigo para que te viera nuevamente y te diera un besito, me dijo que estabas muy bien. Mientras a mí me costuraban la pancita jeje, te adelantaste a la recámara, ahí ya estaban todos, tus tíos, tías abuelas, primas, en fin, mucha gente llegó a conocerte hijita y todos te veían y decían que eras hermosa, y sí chiquita, eres muy hermosa y lo serás por siempre para mí y para todos los que te amamos. A partir de ahí, híjole, me sentí súper bien, no dormí ese día por cuidarte, pero sí estaba muy cansada, tu papá llegó por ti para que durmieras con él, y yo pudiera descansar, pero no pude, en cambio ustedes dos durmieron como los mismos ángeles, me recuperé muy pronto de la operación y tú estabas muy bien. Al día siguiente nos fuimos a casita los tres juntos.

La primera semana de nacida dormiste con nosotros en la cama, la verdad fue una semana de mucho cansancio, porque despertabas a cada rato, tenías muchos cólicos, llorabas muy fuerte, ni parecías una bebé de días de nacida –en serio que te hicieron bien las inyecciones para tus pulmones- te gustaba que te abrazáramos mucho, a los nueve días te llevamos con el pediatra (dr. Paquito), para decirnos lo de tus vacunas, tu lechita y todo eso, y comentándole cómo nos había ido esa semana que le digo que dormías con nosotros, y nos dice, -no, la bebé debe dormir en su cunita, para que se vaya acostumbrando o no descansarán bien ninguno de los tres, así que ese mismo día empezaste a dormir sola en tu cuna, -claro, a mi lado estaba tu cuna- y en serio que descansamos muy bien los tres, incluso tú dormías de corrido hasta las cinco o seis de la mañana.

Así fueron pasando los días, que para mí fueron eternos, no dejabas que me separará ni un momento de ti, de repente te dejaba bien dormida y aprovechaba para ir al baño y en cuanto llegaba, pegabas el grito bien fuerte, regresaba a hacerte dormir y luego me iba al baño y hacías lo mismo, ay nenita de veras que fuiste guerrosa.

Cuando cumpliste un mes, seguías con los cólicos y empezaste con el problema del reflujo, el doctor te cambió la leche a una más suave que también te permitiera evacuar muy bien porque eras muy estreñida, así que estuve siempre muy al pendiente de ti.
En casita todos llegaban a vernos, aunque yo moría por salir a la calle porque estuvimos encerradas la mayor parte del tiempo; cuando cumpliste cuarenta días de nacida te llevamos a la iglesia en donde nos casamos tu papi y yo, pedimos una misa para agradecer a Dios de tu existencia.
En tu segundo mes de vida, estábamos a punto de cambiarnos de casa, encontré una casa nueva a una cuadra de la casa de tus abuelitos Baldo y Arturo, porque cuando volviera al trabajo ellos te iban a cuidar y era mejor estar cerca, así que al cambiarnos de casa, todo fue más fácil para mi, empezamos a dejarte con tus abuelitos que te quieren y trataron con mucho cariño, cuando tu papá y yo nos íbamos a trabajar te pasábamos a dejar con tus abues y tu abuelito Arturo no se separaba de ti, siempre estaba a tu lado, tu abuelita Baldo te daba tu lechita cada tres horas, y te cambiaba tus pañalitos.
Al llegar a casa de tus abuelitos a recogerte te tenía que bañar, pero a tu abuelito no le gustaba, así que optaron por bañarte ellos dos a las doce del día, porque así se estilaba en sus tiempos, tú Valentina llegaste a darles mucha alegría, sobre todo a tu abuelito quien está enfermito y había recaído.

Así cumpliste los tres meses y empezaste a sostener muy bien cabecita y tu cuerpecito cuando te cargábamos, pues parecías una bebé de cinco meses que ya se sostiene firmemente, eso dijo el doctor paquito cuando te vio en la consulta de cada mes, dijo que estabas muy bien, aún tomabas leche materna, en las madrugadas llorabas fuerte pegabas de gritos porque ya querías tu leche, entonces yo te amamantaba mientras tu papi te preparaba formula porque no te satisfacías conmigo.

A los cuatro meses empezaste a reírte y a decir unas cuantas sílabas, ya hacías berrinche –bueno lo hacías desde recién nacida-, en ese mes empezaste a dormir boca a bajo y es así como conseguíamos que durmieras más tiempo, porque siempre fuiste de dormir muy poco tiempo, aunque habían algunos días que dormías mucho en la mañana, en la tarde y toda la noche, esos días te cargabas una gran flojera; llegué a notar que cuando el clima estaba muy fresco tú dormías plácidamente, notamos que te gustaba el frío y tuvimos que comprar un aire acondicionado –¡ay chiquilla por ti, todo lo que fuera!-.

Antes de que cumplieras cinco meses te enfermaste de gripe, empezaste a estornudar mucho y te tallabas los ojitos y la nariz, a cada rato estornudabas pero no tenías fiebre, en la noche fue un caos pues empezaste a moquear, te empezó a escurrir la nariz, ya estabas bien molesta, no podías dormir porque se te tapaba la naricita de moquitos, ya era de madrugada y no dormías, te quejabas y tu papá te cargaba, así descansabas más. En ese momento quise hablarle al doctor, pero iba a ser inútil pues en ocasiones apagaba su celular (pobre casi no descansaba, era puro trabajar), así que esperamos y como vimos que en posición vertical podías dormir, pues tu papá se sentó en la cama te abrazó sobre su pecho y los dos se durmieron, entonces a cada rato abría mi ojo para verlos a los dos que estuvieran bien o tu papá no te fuera a dejar a caer de lo dormido que estaba, así que te pusimos boca abajo sobre una almohada grande para que estuvieran en lo alto y así pudiste dormir otro rato; al amanecer le hablamos al doctor paquito y nos recetó unas medicinas; ese día no fui a trabajar para cuidarte, solo nos fuimos a casa de tus abuelitos y todo el día estuve aspirándote la nariz con perilla y dando tus medicinas a la hora que te tocaba, no te solté para nada, todo el tiempo te tuve en mis brazos, así pudimos dormir en la tarde un rato pues ya habías mejorado un poquito, para la noche ya no estornudabas tanto pero aún te escurría la nariz claro que un poco menos, pero pudiste dormir mejor, ese día no tomaste bien tu lechita porque como tenías tapada la naricita te ahogabas. Al día siguiente ya estabas mejor pero no fui a trabajar otra vez, no quise dejarte en esa condición, mejoraste mucho pero la leche no la querías tomar.

Cuando te llevamos al doctor por tu chequeo de rutina, ya tenías cinco meses, el doctor Paquito dijo que tu peso estaba bien, tu desarrollo neurológico estaba bien y que parecías una bebé de más meses, pero, no creciste ni medio centímetro, eso nos preocupó y fue resultado de que para tu problema de reflujo te daba la leche rebajada, cinco onzas de agua y tres medidas de leche así que como no estabas tomando la cantidad suficiente de leche no alcanzaste a crecer lo debido aunque sí engordaste; la cuestión es que después de todo esto no querías tomar la leche, te pusiste más rebelde y berrinchuda, pero también más simpática, te carcajeabas mucho con tus abuelitos y tu tía Vero que te hacían cosquillas y gritaban como tú, te dabas unas divertidas bien sabrosas con ellos tres.

En este mes empezaste a querer sentarte y cuando te sentábamos agarrándote te alegrabas un chorro, desde entonces solo quisiste estar sentada, ya tomabas tu leche pero tu abuelita tenía que hacer maromas para que lo hicieras; empezaste a probar papillas, te dimos a probar manzana natural y no te gustaba, la escupías, luego pera y también la escupías, así que te compramos Gerbers y empezaste a comer, te dimos de pera, manzana y más o menos las comías pero te dimos de zanahoria y la rechazabas rotundamente, te ponías bien groserita pues aventabas la cuchara, escupías la papilla y gritabas retorciéndote en el portabebé, en el que también teníamos que dejarte bien segura porque te bajabas de él…cuando veníamos a ver ya estabas a la mitad, tu cabeza y hombros en el portabebé y lo demás de tu cuerpo afuera, ¡eras tremenda! Y tan solo tenías cinco meses de nacida –ahora sabes cuánto tiempo es eso-, bueno, cuando te dimos a probar chayotes de Gerber, ¡oh sorpresa!, te devorabas las cucharadas que te daba tu abue, te veías bien tierna comiendo tu papilla de chayotes, te gustaba mucho hasta llorabas cuando sacábamos la cuchara de tu boquita, espero que aún te siga gustando. CONTINUARÁ…
Te amo mucho hijita de mi vida.

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